Guatemala, 1873 - París, 1927. Escritor guatemalteco, uno de los guatemaltecos más conocidos en todo el mundo. Ha sido considerado el "Príncipe de los Cronistas", título que no le ha sido conferido sólo en Guatemala, sino que en todo el planeta.
Fue uno de los más conocidos corresponsales de guerra, y uno de los autores más prolíficos de la literatura universal de principios del siglo XX. Asimismo, fue el más directo heredero del Modernismo de Rubén Darío, siendo su principal embajador en Francia.
Vivió algún tiempo de su infancia en Santa Tecla (El Salvador) y la mayor parte de su existencia en París, a donde llegó en 1891; pero realizó viajes a España y a otros países, incluso a Guatemala, donde estuvo en 1898 y apoyó la candidatura de Estrada Cabrera. Su agitada vida lo presenta a nuestros ojos a veces como un bohemio, a veces como un aventurero, pero sin perder nunca cierto sentido rector que le permite siempre administrarse
Se dijo insistentemente que Gómez Carrillo llevó con engaños a París a la artista Mata-Hari, con lo que facilitó su detención por la policía francesa; acusada de espionaje, la artista fue fusilada; el escritor se defendió en un libro titulado El misterio de la vida y la muerte de Mata-Hari, que no aclaró gran cosa, aunque el caso se aclaró definitivamente por las autoridades francesas en 1934, lo que constituyó para nuestro autor una exculpación póstuma.
Enrique Gómez Carrillo es, ante todo y sobre todo, un brillante cronista con grandes facultades de observador y finas dotes de percepción psicológica. Corresponsal de guerra en los frentes de batalla durante la primera Guerra Mundial, es también un corresponsal en tiempo de paz que asiste a las luchas diarias de la sociedad en que vive, analiza, observa y escribe con más profundidad muchas veces de la que podía esperarse de esta clase de trabajos. Se inició colaborando en el Diccionario Enciclopédico Garnier y obtuvo su primer gran éxito con el libro de siluetas de escritores y artistas titulado Exquisses, que obtuvo los elogios del más exigente de los críticos españoles de la época: Leopoldo Alas, Clarín.
Crónicas sociales, impresiones de viaje, opiniones críticas, observaciones psicológicas y confesiones íntimas desfilan por las páginas de sus 57 volúmenes, entre los que citaremos, además de los ya mencionados, Campos de batalla y campos de ruinas (1916); Japón heroico y galante; La sonrisa de la Esfinge. Sensaciones de Egipto (1918); El encanto de Buenos Aires; Vistas de Europa; La nueva literatura francesa; La psicología del viajero; Los olmos que cantan y los olmos que danzan (1922), con prólogo de Mauricio Maeterlinck, y Treinta años de mi vida, en tres volúmenes.
Pero Gómez Carrillo es también novelista, a veces crudo, aunque nunca su obra pierde la sensación de crónica novelada; a este respecto, debemos citar sus Tres novelas inmortales, que comprenden la Bohemia sentimental, Del amor, del dolor y del vicio y Pobre Clown (1920). Sin embargo, su novela preferida era la titulada El evangelio del amor (1922). Otros títulos suyos frecuentemente citados son Jerusalén; De Marsella a Tokio; Safo, Friné y otras seductoras; En plena bohemia; La moda y Pierrot.
Se puede acusar a Gómez Carrillo de superficial, pero no lo es; hubiera podido ser más profundo y trascendente, es cierto; pero basta repasar la lista de sus amigos y admiradores para darse cuenta de la trascendencia de su personalidad: Rubén Darío, que fue propiamente su primer protector; Leopoldo Alas, Clarín; Jean Moreas; Mauricio Maeterlinck... Lo elogian también Pérez Galdós, Julián del Casal y Blasco Ibáñez, entre otros. Sin el genio creador y renovador de Rubén Darío, Enrique Gómez Carrillo es el segundo escritor centroamericano que remueve con cierta sensación el clima de Europa.
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